viernes, 23 de octubre de 2009

Evasión o diversión


El tiempo de ocio es un preciado tesoro para cualquier ser humano. Tras cinco días de intensa actividad laboral, el fin de semana se vislumbra como un oasis. Es un espacio conquistado con esfuerzo. Pero cuando llega el momento de disfrutarlo, ¿en qué lo invertimos? La mayoría nos dedicamos a realizar un sinfín de actividades que prometen, de un modo u otro, lo que coloquialmente se conoce como "diversión".

Las opciones son de lo más variadas, aptas para todos los gustos. Y por lo general, tienen como denominador común el verbo hacer. En consonancia con la sociedad acelerada de la que formamos parte, llenamos nuestro tiempo libre consumiendo entretenimiento, es decir, haciendo cosas. De este modo intentamos zafarnos del molesto aburrimiento. Aunque, pese a nuestro empeño, no siempre lo logramos.

El aburrimiento es un síntoma que indica que algo no marcha bien en nuestro interior. Puede surgir en cualquier contexto, situación o compañía, y suele ser el preludio de una paulatina y tediosa sensación de vacío. Y ya sea por miedo o inseguridad, en vez de enfrentarnos a ese malestar solemos optar por seguir haciendo. Así es como convertimos la diversión en evasión, posponiendo al máximo el momento de enfrentarnos a nosotros mismos y preguntarnos: ¿de qué estamos aburridos? O dicho de otro modo, ¿qué necesidad tenemos de entretenernos?

La cultura del entretenimiento
"La huida no ha llevado a nadie a ningún sitio", Antoine de Saint-Exupéry


La cultura del entretenimiento en la que vivimos inmersos deja poco espacio para la reflexión. Así, un día cualquiera, tras una intensa jornada laboral, decidimos que no queremos pensar en nada. Y la incomodidad que a veces nos genera el estar a solas con nosotros mismos nos lleva a acomodarnos en el sofá y a narcotizarnos con las imágenes que fluyen ininterrumpidamente a través del televisor. Otras veces, al llegar el fin de semana, optamos por abandonarnos a la inalterable inercia de escapar de la realidad mediante el consumo de alcohol y el uso y abuso de otro tipo de drogas.

Pero, ¿por qué tenemos esta tendencia a huir de nosotros mismos y de nuestra realidad? Probablemente, porque entrar en contacto con el aburrimiento y con el vacío nos lleva a conectar con nuestros miedos, inseguridades y dolor reprimido. Sin embargo, también nos ayuda a hacernos conscientes de nuestras verdaderas necesidades, que solemos obviar en nuestra eterna búsqueda de satisfacción inmediata. Estamos tan acostumbrados a hacer que nos asusta parar y dedicar tiempo a escucharnos.

Nos han vendido que el dolor, el sufrimiento y la incomodidad desaparecen en cuanto el entretenimiento entra en la ecuación, pero la realidad es que sólo quedan sepultados. Y para evitar que vuelvan a emerger, seguimos cumpliendo los dictados de la cultura del entretenimiento, apostando por el placer momentáneo que proporciona la evasión. Eso sí, por el camino dejamos en un segundo plano el gozo que proporciona la verdadera diversión. La diferencia entre ambas radica en la actitud con la que se vive la experiencia: mientras que la diversión es un fin en sí mismo, la evasión es sólo un medio para escapar del malestar.

Diversión sana y sostenible
"El que conoce el arte de vivir consigo mismo ignora el aburrimiento", Erasmo de Rotterdam


La huida y el autoengaño no son sostenibles. Son el problema, no la solución. Por mucho que intentemos llenar el vacío con más y más dosis de evasión, nunca tendremos suficiente. Y es que la única manera de lograr un bienestar interno duradero es enfrentándonos a nuestro malestar. A fin de cuentas, el encuentro con nosotros mismos, con nuestra realidad interior -sea la que sea-, es ineludible e inevitable.

Así, para detener la inercia que nos mueve a vivir en la hiperactividad, es imprescindible aprender a estar a gusto y cómodos con nosotros mismos. Y para lograrlo, hemos de asumir y aceptar lo que sentimos y experimentamos en cada momento. Este ejercicio de honestidad es el primer paso para dejar de hacer y comenzar a ser. Sólo así entraremos en contacto con la verdadera diversión, que nace de la capacidad de asombro y deleite ante las cosas sencillas de la vida.

Una vez abandonamos el alivio temporal que nos proporciona la evasión y nos comprometemos a cultivar nuestro bienestar interno, tomamos consciencia de que conectar con la diversión que nos llena de alegría sólo depende de nuestra actitud. Y es que la auténtica diversión –que es sana y sostenible- no se compra ni se vende. Y tampoco convive con el aburrimiento y la superficialidad: supone libertad, imaginación y creatividad. Hoy podemos hacer una nueva elección: ¿diversión o evasión?

Reflexiona
¿Qué necesidad tienes de entretenerte?
¿Qué consigues mediante la evasión?
¿Qué le falta a este momento para que sea pleno?

Evadirse...


La palabra evadir tiene varios significados:
Evitar con habilidad una dificultad, un daño o un peligro.
Fugarse, escaparse. Distraerse, olvidarse de las preocupaciones.


En este blog me interesa afrontar la última de ellas (Fugarse, escaparse, distraerse, olvidarse de las preocupaciones). Muchas personas recurrimos a este instrumento mental, cuando agobiados por las circunstancias, no sabemos cómo actuar ante los problemas o simplemente nos vemos rebasados por ellos y sus consecuencias, por lo cual, preferimos evadirlos.

Hay formas de evadir, algunas no son tan malas para la mente, algunas generan verdaderos problemas a futuro.

Hablemos de las claramente perjudiciales. Mucha gente se abandona a sí misma ante los problemas, prefiere la aparente solución fácil. Encontrar un equilibrio mental adecuado, con suficiente sensatez para saber afrontar los problemas y resolverlos de manera adecuada, controlando el estrés y sabiendo llevar las emociones como pueden ser la rabia o la tristeza, no es algo fácil, pero es algo que se debe aprender con el tiempo y la experiencia.

Hoy en día, es fácil que en la adolescencia (sobretodo) se empiece con vicios que, llegado el momento, pueden resultar en vías de escape perjudiciales. El tabaco, el alcohol, los porros o la cocaína son las drogas de uso cada vez más frecuente entre los adolescentes. Se acaban convirtiendo en una manera aparentemente más fácil de olvidar temporalmente los problemas y sentirse “bien”, aunque acaben derivando en una cantidad mayor de problemas, ya que al final el problema sigue estando ahí y hemos gastado tiempo, salud y dinero en el consumo de esas drogas, perjudicando irremediablemente nuestra salud y en ocasiones topando con la muerte.

Por otra parte existen las formas “sanas” de evadirse de los problemas. Y digo sanas, porque son formas completamente válidas de ocio y entretenimiento, muy importantes para un equilibrio adecuado en la vida de toda persona que sirven para distraernos en ocasiones… pero en una medida adecuada.

Y es que hay que tener cuidado con esto. Algunas de estas formas de ocio son altamente adictivas, y pueden acabar convirtiéndose en un importante problema. Como en todo, los excesos nunca son buenos. Hay que organizarse, dedicar un tiempo adecuado a cada cosa en nuestra vida según el nivel de importancia que le consideremos.

Si consideramos que nuestro trabajo o un videojuego es lo más importante en nuestra vida, desde luego tenemos un grave problema, pues hay quienes han llegado a dedicar más tiempo a estas actividades que a su vida social, a sus amigos, a su pareja o incluso a su familia. Cuando se dan cuenta de ello, están completamente solos y ya es muy tarde para componer el camino.

Lo mismo puede suceder con gente que se pasa todo el día leyendo, viendo la televisión o navegando por Internet. Son sólo algunos ejemplos.

Detrás de todas estas actitudes generalmente está escondida la “evasión”, las ganas de “evadirse del mundo”, refugiarse en todo aquello que nos ayude a no enfrentarnos a nosotros mismos, a lo que nos duele, a las relaciones terminadas, a nuestros miedos, a las pérdidas, a conocernos mejor y por ende, aún evadiendo, no logramos ser felices.

Hoy en día es muy fácil abandonarse al ocio en lugar de vivir nuestra propia vida, es importante tener en cuenta que parte de nuestro desarrollo como personas incluye dedicarnos a nuestra mente, a nuestro cuerpo y a nuestras relaciones sociales. Por ello, debemos mantenernos alertas a este tipo de conductas y en el momento en las que las consideremos “rebasadas” actuar inmediatamente en consecuencia para corregirlas.

Debemos enfrentar siempre los problemas y las circunstancias de la vida por dolorosas o difíciles que sean, “tomar el toro por los cuernos”, asumir las situaciones y tratar de comprenderlas, asimilarlas y resolverlas, nunca esconderlas debajo de los “tapetes”, pues cuando salgan a la realidad serán aún más complicadas, dolorosas, espinosas…

Esta actitud, (la de enfrentar los problemas), sólo la logran las personas valientes, honestas consigo mismas y con los demás; únicamente conseguiremos ser valientes si trabajamos arduamente en ello, sabiendo que hay un precio irremediable que habremos de pagar por haber sido sinceros y no evadirnos.

viernes, 16 de octubre de 2009

La necesidad de cambiar...


"La verdadera profesión del hombre es encontrar el camino hacia sí mismo", Herman Hesse

La sociedad en la que vivimos pide a gritos un giro de 180 grados: dejar de centrar la atención en lo que sucede fuera y empezar a escuchar lo que nos pasa adentro. Aunque los seres humanos hemos evolucionado mucho las últimas dos décadas -tecnológicamente hablando-, las estadísticas revelan que la depresión, el estrés y la ansiedad han aumentado exponencialmente en este mismo período de tiempo.

Todo este sufrimiento, que se manifiesta en el plano físico en forma de enfermedad, es un indicador de lo mucho que los seres humanos hemos descuidado nuestra evolución como personas. Buen ejemplo de ello es que todavía no sabemos cómo crear un bienestar emocional sostenible, ingrediente indispensable para disfrutar de una vida plena.

Sin embargo, la necesidad de profundizar en la causa real de nuestro malestar está llevando a cada vez más personas a querer descubrir cómo funciona la mente y de qué manera nos manipula. También a aprender a dirigir conscientemente el pensamiento positivo, así como a gestionar más constructivamente las emociones. El viaje comienza mirando dentro de nosotros mismos, pues sólo desde allí podremos enfrentarnos a nuestros miedos, crecer en autoestima y tomar las riendas de nuestras vidas.

La Metamorfosis
"El cambio es lo único que permanece en el tiempo", Friedrich Nietzsche

Aunque nos duela, el cambio es necesario para la evolución. Dicen que las orugas llaman crisis al nacimiento de las mariposas. Y así como las orugas, tras alimentarse lo suficiente, construyen un espacio de reclusión en el que dejan crecer sus bellas alas, los seres humanos deben cambiar el foco de atención que rige su vida de fuera a dentro. Y como las orugas, ya convertidas en mariposas, romper barra la inconsciencia y conquistar la libertad mediante la asunción de la responsabilidad personal.

Es importante profundizar en conceptos cada vez más demandados por nuestra sociedad, como el autoconocimiento, el desarrollo personal y la inteligencia emocional. Es básico en la vida comprometernos con el desarrollo de nuestro potencial y, como verdaderos escépticos, explorar lo desconocido. Atrevernos a cambiar aquello que no nos gusta o nos incomoda será pieza fundamental del rompecabezas de la felicidad, ya que ésta sólo la encontraremos en nuestro interior, en nuestra cotidianidad, en las circunstancias de nuestro ahora, pero es prioritario inyectarnos de los cambios necesarios para poderla detectar.

Reflexiona
¿Puedes cambiar tus circunstancias?
¿Puedes cambiar la actitud que tomas ante tus circunstancias?
¿Qué cambiaría si tomaras una actitud diferente frente a tus circunstancias?

martes, 13 de octubre de 2009

¿Controlas tu mente o tu mente te controla a ti?


¿Alguna vez has sentido la necesidad de "apagar" el constante flujo de pensamientos que te invade?
¿Eres consciente del impacto que tiene tu forma de pensar sobre tu manera de ser?
Hablando en términos científicos, la mente se define como el conjunto de procesos que realizan las células cerebrales (neuronas), que se manifiestan en forma de pensamientos. Sin embargo, su funcionamiento sigue siendo una incógnita para la mayoría de seres humanos, al igual que su potencial. Y es que la mente puede manipularnos, esclavizarnos o por el contrario, liberarnos.

De ahí que comprender cómo funcionan y de qué manera se pueden regular los pensamientos sea fundamental para crear un estado mental equilibrado, sereno y positivo, lo que nos permitirá afrontar de forma más efectiva los retos y dificultades que surgen en nuestro día a día.


¿Cómo funciona el pensamiento?
La base de nuestras palabras, actitudes y acciones está en el pensamiento. Y como una semilla, cada uno produce su propia flor y da su propio fruto. Los pensamientos pueden ser constructivos o destructivos, positivos o negativos, amorosos o rencorosos. Con el pensamiento generas una serie de emociones que fisiológicamente crean una experiencia en tu interior. Por lo tanto, aquello que pensamos y, sobretodo, cómo pensamos, determina aquello que vivimos. De ahí que la pregunta clave sea: ¿controlas tu mente o tu mente te controla a ti?

Pongamos un ejemplo…
Imagina a una persona que no está a gusto en su entorno de trabajo. No disfruta con lo que hace y siente la necesidad de dar un giro a su orientación profesional. Esta persona puede enfocar su situación de dos maneras muy distintas. Si piensa constantemente en lo mucho que le infravaloran, critica en su fuero interno a sus compañeros de trabajo y ya no digamos a su jefe, cada día se va desmotivando más y sintiéndose peor en su lugar de trabajo. Le cambia el humor y se desentiende de todo y todos, abandona cosas que le gustaban, hasta que finalmente, por extenuación, dimite. Eso sí, sigue pensando que la empresa es responsable de su situación y su malestar.

¿De qué otra manera podría enfocarlo?
Por el contrario, esta persona puede pensar que ése lugar de trabajo no le aporta suficiente, pero valora todo lo que ha aprendido en el tiempo que lleva allí. En vez de martirizarse con críticas inútiles, se dedica a pensar en qué opciones tiene para cambiar de entorno laboral y en qué le gustaría hacer para cambiar su orientación profesional, buscando otras ofertas o formación. Finalmente, dimite y se va a crecer a otro lugar. En su experiencia no cabe el rencor o el malestar, pues la decisión de entrar en esa empresa y salir de ella han sido solamente suyas, y asume esta responsabilidad. Así, su modo de pensar determina cómo vive su proceso de cambio profesional. Este simple ejemplo es aplicable a todos los ámbitos de nuestra vida.

¿Por qué tendemos a pensar en negativo?

Por nuestra estructura mental, nuestras creencias y la escala de valores del sistema en el que vivimos. Caer y regodearse en lo negativo es siempre más fácil. Es un acto inconsciente y no requiere esfuerzo. Hemos creado una forma de vida que prioriza la evasión y el beneficio material ante todo. Con tanta sobreexposición a los estímulos que nos rodean, nuestras mentes están saturadas y nos dejamos invadir por creencias que nos limitan. Tal como dijo Ghandi, "es más fácil responder a la violencia con más violencia; lo que es verdaderamente difícil es responder a la violencia manteniendo la calma". Pero potenciar lo positivo, aunque puede que cueste más esfuerzo, es más beneficioso para nuestra salud emocional.

¿Se pueden controlar estos pensamientos negativos?

Sin duda alguna, pero hay que potenciar la "gimnasia mental", tener voluntad y mucha determinación. Nuestras mentes están débiles, abotargadas, en desuso. Hemos mecanizado tanto nuestras respuestas que apenas dejamos espacio entre el estímulo y nuestra reacción. Por ejemplo, si vas en coche y otro conductor te corta el paso, generalmente sueltas algún improperio acompañado de un sonoro bocinazo. No te planteas que el otro conductor quizás no lo ha hecho adrede, simplemente se ha despistado, algo que mañana te puede suceder a ti. Por supuesto, crear este espacio de consciencia requiere compromiso y entrenamiento.

¿Cómo podemos cambiar nuestra manera de pensar?
Observando y trabajando nuestro interior. Es importante que nos dediquemos un rato cada día a nosotros mismos. Aprender a controlar la respiración es un buen comienzo, además de profundizar en las técnicas de relajación, la visualización y, sobretodo, la meditación.

¿Propongo un ejercicio práctico?
Un buen ejercicio es parar, conectarse con la respiración y observar con atención nuestros pensamientos, aceptándolos y dejando que poco a poco la mente se vaya serenando. De este modo iremos creando un espacio de silencio en nuestra mente. En este punto, podemos "jugar" a recordar un momento feliz de nuestra vida, visualizándolo como si lo estuviéramos viviendo de nuevo, y poco a poco recrearemos la experiencia que tuvimos. Sentiremos los efectos del pensamiento imponerse en nuestro cuerpo: probablemente no podamos evitar sonreír, y físicamente nos relajaremos.

Así, aprender a controlar nuestros pensamientos puede cambiar nuestra manera de entender y vivir la vida…
Por supuesto. En la medida que nos demos el espacio necesario entre el estímulo externo y nuestra reacción, y reprogramemos nuestra mente a través del pensamiento consciente, cambiaremos la percepción que tenemos de nuestro entorno. Conectándonos a nosotros mismos y al momento presente podremos ser más capaces de "plantar" semillas de pensamientos positivos a través de los que podremos convertirnos en co-creadores de nuestras experiencias y, por ende, de nuestra realidad.

¿Y cómo podemos dirigir conscientemente los pensamientos?
Para poder cambiar los pensamientos primero hemos de ser conscientes de qué es lo que ocurre en nuestra mente. Para ello necesitamos centrarnos, ser conscientes de nosotros mismos y de lo que nos rodea, observar y decidir en qué dirección queremos dirigir los pensamientos. Los seres humanos no tenemos límites, sólo los que nos imponen nuestros propios pensamientos. Y mediante el entrenamiento adecuado, podemos utilizarlos y dirigirlos conscientemente, escogiendo qué y cómo queremos pensar. Así es como podemos conseguir la maestría en el arte de mantener la mente en equilibrio y lograr un bienestar verdadero y sostenible. La palabra clave en todo este proceso es "consciencia".

Reflexionando…
¿Qué pensamientos tienes cuando te despiertas?
¿Qué pensamientos son los que te roban tu energía?
¿Qué pensamientos y sentimientos te llenan de felicidad?

viernes, 9 de octubre de 2009

La patología de la normalidad...


"No es signo de salud el estar bien adaptado a una sociedad enferma", Jiddu Krishnamurti


El estilo de vida que propone (o impone) la sociedad en la que vivimos no conduce a la salud mental, al bienestar ni a la felicidad. Al menos, esta es la tesis que parece desprenderse del estado de la sanidad psiquiátrica en los países occidentales: incremento exponencial de la depresión, la ansiedad y el estrés. Y también del siempre silenciado suicidio.

Vivimos inmersos en la cultura de la hipervelocidad, en la que nunca hay tiempo para asimilar y asentar correctamente las experiencias que acumulamos día a día. Así, esta descarga emocional que no encuentra una vía de escape acaba por ser reprimida y sustituida, muchas veces, por falsas necesidades. Aquí es donde el consumismo entra en escena, a ritmo de impulso: ¿cuántas veces consumimos sexo, comida, cine, televisión, música…con el único objetivo de evadirnos? Y más importante, ¿cómo nos sentimos cuando se desvanece la eufórica satisfacción que ese consumo nos ha provocado?

Los expertos en psicología y coaching afirman que, tras el alivio momentáneo del malestar, suele regresar la sensación de vacío, síntoma inequívoco de frustración existencial. Si bien el camino marcado por la sociedad nos arrastra a la denominada "normalidad", ésta no suele conducir a la felicidad. Y es que nos han enseñado a buscar en el exterior todo aquello que sólo podemos hallar dentro de nosotros mismos.

La normalidad como síntoma
"Cada vez que se encuentre del lado de la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar", Mark Twain

Cuando llegamos a una cierta edad, lo "normal" es que nos establezcamos en un trabajo fijo, nos dediquemos a buscar piso y vendamos unos 20 o 30 años de nuestro tiempo a un banco cualquiera en aras de una hipoteca. En el caso de que tengamos pareja y llevemos un cierto tiempo de relación, lo "normal" es que nos casemos. Y más adelante, lo "normal" es que tengamos hijos. Al fin y al cabo, lo "normal" es aquello que es general o mayoritario, que ocurre habitualmente, por lo que no provoca extrañeza. También es aquello que sirve de norma o regla. Y como tal, pocas veces se cuestiona.

Pero, ¿quién decide qué es lo normal? ¿Dónde nos lleva la normalidad? Y más importante todavía: ¿seguir los cánones establecidos por la sociedad nos garantiza gozar de una vida plena? Más bien no. Sin embargo, los seres humanos tendemos a resistirnos a los cambios. Solemos tener miedo a lo diferente y a lo desconocido. Además, la falta de confianza y deautoestima juega en nuestra contra, pues nos lleva a imitar las conductas de la mayoría, buscando en ellas reafirmación y seguridad. Así, muchas veces terminamos por asumir como propios los criterios mayoritarios –"normales"–, pese a que en ocasiones no estén en consonancia con nuestros verdaderos valores y necesidades.

Lo cierto es que superar el condicionamiento sociocultural recibido no es un trabajo fácil. Cuando una persona sigue los patrones de conducta establecidos como "normales", es aceptada y acogida por su entorno. Incluso se considera que la salud mental consiste en adaptarse a los parámetros convencionales de una sociedad, sin importar si dicha sociedad está sana o enferma. Lo único que cuenta es si uno se ha adaptado. Y cuando alguien opta por vivir sin ajustarse el rígido corsé de la normalidad, renunciando a diluirse en la conducta mayoritaria, se le suele tachar, como poco, de "raro".

El coraje de ser uno mismo
"Se ríen de mí porque soy diferente; me río de ellos porque son todos iguales", Kurt Cobain


Salirse del camino establecido suele ser motivo de ridiculización y mofa. Sin embargo, es más sencillo caminar por la avenida que transita todo el mundo que iniciar una travesía ensolitario, tomando las riendas de nuestra vida y siendo coherentes con lo que verdaderamente queremos hacer. Y es que sólo podemos encontrar la dirección (nuestra dirección) escuchándonos y siguiendo los dictados de nuestra intuición.

La normalidad es el camino de la comodidad y el conformismo. Y aunque tiene sus ventajas, el precio a pagar es alto. Cada uno de nosotros nace con una semilla única y diferente a todas las demás, cuyo potencial sólo florece al seguir nuestro propio camino en la vida. De ahí la importancia de tener el coraje de ser nosotros mismos, desmarcándonos de los parámetros impuestos, que por lo general limitan y sepultan nuestra autenticidad.

Y es que lo establecido, lo convencional, lo conservador, lo viejo, lo de siempre y, en definitiva, lo "normal", es una posición existencial antinatural, puesto que todo está en continuo cambio y evolución. Así, para sanarnos de la patología de la normalidad hemos de ser honestos con nosotros mismos y tener el valor suficiente para convertirnos en la persona que podemos llegar a ser. Hoy es un buen día para dar el primer paso...

Reflexionando:
¿Qué peso tiene lo que piensan los demás en tu toma de decisiones?
¿Qué sientes si no cumples sus expectativas?
¿Qué pasaría si decidieras seguir tu propio camino?

jueves, 1 de octubre de 2009

Autodependencia

"Me acuerdo siempre de esta escena:

Mi primo, mucho más chico que yo, tenía tres años. Yo tenía unos doce...

Estábamos en el comedor diario de la casa de mi abuela. Mi primito vino corriendo y se llevó la mesa ratona por delante. Cayó sentado de culo en el piso llorando.

Se había dado un golpe fuerte y poco después un bultito del tamaño de un carozo de durazno le apareció en la frente.

Mi tía que estaba en la habitación corrió a abrazarlo y mientras me pedía que trajera hielo le decía a mi primo: Pobrecito, mala la mesa que te pegó, chas chas a la mesa..., mientras le daba palmadas al mueble invitando a mi pobre primo a que la imitara... Y yo pensaba: ¿...? ¿Cuál es la enseñanza? La responsabilidad no es tuya que sos un torpe, que tenés tres años y que no mirás por dónde caminás; la culpa es de la mesa. La mesa es mala.

Yo intentaba entender más o menos sorprendido el mensaje oculto de la mala intencionalidad de los objetos. Y mi tía insistía para que mi primo le pegara a la mesa...

Me parece gracioso como símbolo, pero como aprendizaje me parece siniestro: vos nunca sos responsable de lo que hiciste, la culpa siempre la tiene el otro, la culpa es del afuera, vos no, es el otro el que tiene que dejar de estar en tu camino para que vos no te golpees...

Tuve que recorrer un largo trecho para apartarme de los mensajes de las tías del mundo.

Es mi responsabilidad apartarme de lo que me daña. Es mi responsabilidad defenderme de los que me hacen daño. Es mi responsabilidad hacerme cargo de lo que me pasa y saber mi cuota de participación en los hechos.

Tengo que darme cuenta de la influencia que tiene cada cosa que hago. Para que las cosas que me pasan me pasen, yo tengo que hacer lo que hago. Y no digo que puedo manejar todo lo que me pasa sino que soy responsable de lo que me pasa porque en algo, aunque sea pequeño, he colaborado para que suceda. Yo no puedo controlar la actitud de todos a mi alrededor pero puedo controlar la mía. Puedo actuar libremente con lo que hago. Tendré que decidir qué hago. Con mis limitaciones, con mis miserias, con mis ignorancias, con todo lo que sé y aprendí, con todo eso, tendré que decidir cuál es la mejor manera de actuar. Y tendré que actuar de esa mejor manera. Tendré que conocerme más para saber cuáles son mis recursos. Tendré que quererme tanto como para privilegiarme y saber que esta es mi decisión. Y tendré, entonces, algo que viene con la autonomía y que es la otra cara de la libertad: el coraje. Tendré el coraje de actuar como mi conciencia me dicta y de pagar el precio. Tendré que ser libre aunque a vos no te guste. Y si no vas a quererme así como soy; y si te vas a ir de mi lado, así como soy; y si en la noche más larga y más fría del invierno me vas a dejar solo y te vas a ir... cerrá la puerta, ¿viste? porque entra viento. Cerrá la puerta. Si esa es tu decisión, cerrá la puerta. No voy a pedirte que te quedes un minuto más de lo que vos quieras. Te digo: cerrá la puerta porque yo me quedo y hace frío. Y esta va a ser mi decisión. Esto me transforma en una especie de ser inmanejable. Porque los autodependientes son inmanejables. Porque a un autodependiente solamente lo manejas si él quiere. Esto significa un paso muy adelante en tu historia y en tu desarrollo, una manera diferente de vivir el mundo y probablemente signifique empezar a conocer un poco más a quien está a tu lado.

Si sos autodependiente, de verdad, es probable que algunas personas de las que están a tu lado se vayan... Quizás algunos no quieran quedarse. Bueno, habrá que pagar ese precio también. Habrá que pagar el precio de soportar las partidas de algunos a mi alrededor y prepararse para festejar la llegada de otros (Quizás...)"


TOMADO DE
http://miportalespiritual.com/cuentos/bucay26.htm