viernes, 6 de septiembre de 2013

¿Final feliz? ¡Siempre!


¿Cómo se supone que debo sentirme si un viernes por la tarde mi pareja, sin previo aviso, me dice que necesita un espacio para compartir con otras personas? Si a esto sumamos que me lo dice por whatsapp, pues el asunto toma otros matices y se hace más grave.

Lo más complicado en una relación de pareja es aceptar que tanta "normalidad" es peligrosa. En pareja no se puede ir sin pensar en el otro. No podemos estar tranquilos al lado de alguien si creemos que lo estamos haciendo bien solo porque nos ajustamos al libro (dormir en la misma cama, compartir casi todo, ir juntos al supermercado, etc.). Hay tantos aspectos que descuidamos, que cuando nos llega una crisis parece que es el fin del mundo y resulta que no es así. Una crisis en estos casos es una gran puerta, una puerta para cambiar lo que no estaba bien.

Pero resulta que habíamos estado tan estáticos que nos quejamos de esta situación. De pronto se nos pone todo negro y lo vemos como un cambio que no deseamos. 

¿No deseamos?  ¿seguro que no lo deseamos? Al principio pensamos que no, pero conforme pasan los días nos vamos dando cuenta de que no todo es tan malo. Claro, esto depende del nivel de apego y dependencia que tienes con el otro. Si tu vida, desde que estas en pareja, se rige por los movimientos del otro, con la ruptura vas a sufrir y mucho. 

Y de allí parte esta reflexión. El sufrimiento que yo tenga por el final de mi relación es directamente proporcional al grado de apego y dependencia que tengo con mi pareja. Y con esto no digo que si somos autónomos e independientes, nunca nos va a afectar un final. Digo que el trauma de la ruptura será más llevadero y superable.

En mi caso, confieso que estuve los primeros días muy deprimida, hundida. Aun sabiendo que esta crisis llegaría en cualquier momento. Rabia, desolación, tristeza, tuve tantas emociones juntas que no sabía qué hacer con ellas. Me deje llevar y cometí errores, pero luego entendí que resistirme al cambio nunca ayuda.

Lo que me sacó de ese espiral de pensamientos tóxicos (ya no me quiere, me ha echado a un lado, se irán cuatro años a la basura, etc...) fue entender que el saldo no es tan negativo como parece. Si esta relación termina, voy a crecer, si continua también voy a crecer. La vida es un ganar-ganar y eso es lo que no debemos olvidar.

No se vale "echarle la culpa" a alguna de las partes ni mucho menos al "tercero". Hay que ser lo suficientemente maduro para asumir nuestros errores y aceptar nuestra responsabilidad.

Solo a quien esté pasando por esto le digo: es una situación superable como todo en la vida. El resultado puede ser el final de la relación o un renacer de la misma. Solo el tiempo lo dirá. Mientras tanto, mientras esperamos, debe imperar el respeto, la comprensión, pero por sobre todas las cosas, ese amor que tanto se predicó y que tan abandonado dejamos.

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