sábado, 10 de septiembre de 2011

Adictos al control (II)




VIDAS SUPERVISADAS
Convivir con un controlador puede tener sus ventajas. "Hay parejas muy bien avenidas en las que uno maneja las cuentas o planifica los viajes y el otro lo agradece porque detesta ocuparse de eso. Se complementan", ilustra Pittaluga. Sin embargo, en otros hogares ese rasgo es un dolor de cabeza permanente.
"Un controlador no da mucha libertad para que su pareja tome sus propias decisiones. A veces puede ser celoso y además de amor pide obediencia. Pueden ser padres sobreprotectores que limitan el aprendizaje natural de sus hijos", indica Moller.

Hay varias opciones para lidiar con un controlador. "Una es bajar la cabeza y quedarse callado, que no es tan buena idea porque es muy probable que uno empiece a acumular resentimiento. En lo laboral, por ejemplo, si hablamos de un supervisor, una buena opción sería tratar de dialogar con él, explicarle que uno no se siente cómodo trabajando así. Esta alternativa depende de la propia asertividad del empleado y siempre es un riesgo, pero pueden ocurrir cambios positivos si ese líder es receptivo. "Si la misma conversación se repite varias veces y a pesar de los propósitos de enmienda no hay cambios, Moller ofrece otras alternativas. "Una es desarrollar un traje de foca"; una piel en la que todo nos resbale y decidamos no tomarnos nada a pecho, a menos que nos digan algo francamente irrespetuoso", indica el experto. "Pero si uno ya lo ha intentado todo y el malestar es el mismo, quizás aplicaría tomar distancias"
CÓMO TRANSFORMARSE
Alguien que presienta ser controlador y quiera romper con ese patrón debe reconocerse primero como tal. "50% de su cambio empieza con la toma de conciencia de que tiene un problema. Aunque ya tenga un terapeuta que lo esté ayudando, no va a avanzar tanto si no lo acepta" dice Pittaluga. "El mero hecho de articular un discurso sobre esa conciencia ya empieza a producir un efecto terapéutico".

Según Moller, toca aprender también el concepto de fluir. "
Si a ver vamos el control suele ser una ilusión: la verdad es que hay muy poquitas cosas que realmente dependen de solo nosotros. Aunque suene filosófico, el individuo debe asimilar que forma parte de un universo y que no es él quien lo domina. 


No hablamos exactamente de una visión de determinismo sino de no sobrecargarse. Un controlador sufre mucho porque nunca puede relajarse y vive en una angustia permanente que es incompatible con la felicidad", señala. 

"Toca aprender a dejarse llevar-sin llegar a los extremos- y a sentirse tranquilo consigo mismo en esa incertidumbre; vivir con apertura, confiando en que lo que sea que pase, va a traducirse en un aprendizaje".
Los expertos reconocen que no es un trabajo fácil. "Por supuesto que la persona puede sentir mucha ansiedad cuando empieza a intentarlo, pero no hay que tenerle miedo a esa angustia. Hay que aceptarla y aun así seguir actuando según el nuevo plan para ir desarrollando la confianza en sí mismo.
Sentirse mal al principio es una parte natural del proceso, pero con la práctica, esa ansiedad va disminuyendo", dice el psicoterapeuta. "Por otro lado, si uno no se considera controlador, pero descubre en sí mismo un patrón repetitivo de buscarse gente así para relacionarse, debe preguntarse también por qué lo hace".


CÓMO MANEJARLOS
¿Qué puede alguien que convive con un controlador? "Todo depende de la cercanía de la relación y de cuanta energía estemos dispuestos a invertir para intentar que las cosas cambien" dice el psicoterapeuta Jan Moller. "Si hablamos de una relación muy importante, hay que conversar con esa persona para que se dé cuenta de lo que está haciendo y de cómo nos hace sentir su conducta. Si es alguien muy cerrado o escapa a nuestro campo de influencia ayudarlo a cambiar, toca pedir ayuda profesional" acota el experto.
"Cuando se trata de la pareja o la familia, hay que ser asertivo para salvaguardar la dignidad y los derechos. Ser firme no significa ser hostil: no hay que insultar ni gritar, pero sí hacerle ver que hay conductas que no está dispuesto a tolerar. Si esa persona ya está en terapia, se le puede explicar que uno está dispuesto a tener paciencia mientras los cambios empiecen a surtir efecto, pero que básicamente tiene que correr o encaramarse. Si se hace bien, fijar límites es algo que ayuda mucho. Cuando uno es demasiado tolerante y asume siempre una actitud pasiva y resignada, es corresponsable de ese problema" indica Pittaluga.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Genial! ya te extrañaba!